Desde hace un tiempo
vengo dándole vueltas, y haciendo varios intentos, a encontrar estrategias para
modificar las obsoletísimas formas de evaluar que tenemos estrategia de validación de los aprendizajes
para promover en las instancias educativas.
Tanto así, que he
realizado varias ensayos, en los que no pienso cejar, de distintas estrategias de
evaluación. Que doy fe, fueron percibidas como innovadoras y disruptivas, pero
también incómodas, hasta que alumnos y colegas llegaron a valorar.
Ante todo, debo decir
que estoy en absoluto de acuerdo con la necesidad de evaluar en los distintos
niveles educativos. En principio, porque de alguna manera es necesario dejar en
claro en qué medida se lograron los objetivos, que en el sistema educativo
–aunque no siempre es así lamentablemente -
se entiende que se miden en clave de aprendizaje. Digo “no siempre es
así” intencionalmente.
Todos los participantes, todos sin excepción, sean directos
e indirectos del sistema educativo necesitan la evaluación – me animo a decir
que depende de ella-. Los alumnos necesitan saber en qué medida han aprendido,
los docentes de qué forma han enseñado. Pero también están atentos a esto las
familias y los mismos miembros directivos de las instituciones escolares. Ni
qué decir de los funcionarios que deben tomar decisiones. De hecho, cada
decisión en cuanto a inversión se refiere está teñida o de algún resultado
previo o de algún resultado esperado. El
impacto en la recepción de los últimos informes
PISA lo confirman.
Es notable como los
expertos en educación, y específicamente los expertos en educación mediada por
TIC, venimos trabajando en incorporar tecnologías –con la arquitectura que sea
- , cómo los gobiernos hacen inversiones impresionantes en inyectar tecnología
en los centros educativos pero, a la hora de evaluar, silencio. Finalmente, se
siguen evaluando resultados de rendimiento.
He recorrido
experiencias de colegas en las que cuentan cómo hacen sus clases
participativas, cómo han incorporado en las aulas o en el estudio de sus
alumnos o en sus maneras de impartir clase. Hemos leído y producido miles de bytes para
describir cómo fomentar la creatividad en nuestros jóvenes. Pero cuando
preguntamos por la evaluación, a lo sumo se ven muchos casos –y esto es muy
bueno- en la que se animan a innovar incorporando alguna aplicación Web o alguna
realización TIC por parte de los alumnos. Me refiero a cantidad de evaluaciones
que rondan en: completar un blog, realizar un video, diseñar o producir un
e-book, trabajar en proyectos
colaborativos.
La gran pregunta que me
mueve a trabajar la evaluación de otra forma es: ¿Cómo se aplican –en la
cotidianeidad- esas modalidades innovadoras? Me animo a decir que en casi la
totalidad de los casos, se aplica a todos los alumnos de un curso por
igual.
A mi entender, estas
evaluaciones –aún con grandes intenciones- son versiones digitalizas del
“saquen una hoja”. Me pregunto constantemente, por qué si estamos empezando a
aceptar - y nos abanderamos en ese discurso -, que los alumnos aprenden de
manera multimedial, que los alumnos no tienen el mismo ritmo de aprendizaje,
que los alumnos no incorporan saberes por los mismos medios; no nos resulte
obvio que pueden –y necesitan- demostrar lo que creen que aprendieron de
distintas formas, en distintos soportes, con distintos multilenguajes.
¿Será porque termina
sucediendo que los profesores se sienten más o menos cómodos con un medio
determinado y, por tanto, tienden a evaluar en ese mismo medio?
¿Será porque en las
instituciones se necesitan que las estrategias de evaluación y, por ende sus
resultados, sean comparables?
¿Será porque se
necesitan profesores multiplataformas para poder evaluar de esa manera, y aún
no están listos para eso?
Son sólo algunas
opciones. Realmente creo que quedarnos con sólo uno de esos ¿“será qué?” es muy
simplista, creo que hay un poco de todo. Y mucho más.
En este último mes, vengo
observando distintas instancias, algunas más teóricas, otras más prácticas, que
se plantean algunas líneas en este sentido. Ahora de ¿Cómo hacerlo? aún no se
ha llegado a mucha discusión.
Juan Domingo Farnós, en
su artículo
“Evaluar es personalizar los aprendizajes” dice que "si los enfoques tradicionales evaluativos describen un ecosistema uniformizado, estos argumentos actuales no solo ya no sirven, sino que ya no son necesarios". Nos plantea a modo de alternativa la computación ubicua. Hay que probarlo, creo que es una línea valiosa a explorar.
De lo que estoy segura
es que no debería haber solo una estrategia, o sí. Una multiestrategia.
Pero me he decidido a cambiarle el nombre. La llamaré evaluación
multiplataforma específicamente porque creo que deberíamos encaminarnos a una evaluación
transmediática que sólo es posible si incorporamos las multiplataformas, los
multilenguajes.
Pienso que si los
medios de comunicación nos ofrecen sus contenidos en multiplataforma (porque
saben que cada uno de nosotros accede a la información desde distintos
dispositivos), que si los festivales de cine – el de Sitges recientemente – incorpora
la categoría “realización con celulares”, que si una televisión pública como
RTVE ofrece una serie de carácter
ficción histórica no solo como un contenido
de entretenimiento en las distintas plataformas para las que produce, sino que
se ha convertido en generador de contenidos paralelos relacionándolos con lo
educativo, como lo es la
serie Isabel, en una clara acción transmediática, con presencia, además, en las redes sociales más numerosas: Twitter, Facebook, Instragam; ¿Por qué
no podemos abrir la puerta a la multiplataforma y la transmedia en las
escuelas, específicamente para evaluar?
Lo que sí creo es que, en esto, tenemos que empezar por los profesores y por las escuelas, aunque me
pese decirlo porque siempre se empieza por lo mismo - los profesores que cargan
con la responsabilidad de obligarles a probar y probar -. En este caso estoy
convencida que así debe ser porque sigo creyendo que los docentes
sienten que pueden aplicar de forma más posible y más cercana para enseñar, aquellas
estrategias con las que han aprendido.
En próximas entradas
iré contando cada una de las experiencias.
La pregunta clave es: ¿por qué evaluar a todos los alumnos de la
misma manera si sabemos que son todos distintos?
Mi respuesta es:
Pongamos sobre la mesa
una forma de evaluar en la que cada alumno pueda decir en qué medio y con qué
soporte le propone a su docente que cree que puede demostrar de la mejor forma
posible aquello que cree que ha aprendido.
Alejandra Santos